Agradecimientos


    
El médico de las montañas, ha sido una maravillosa empresa que yo solo no hubiese sido capaz de afrontar. Ahora comprendo bien por qué los detalles que se gestan alrededor de un libro dejan a tantos "corredores" tendidos en el camino.

Mis primeros textos fueron
leídos por mi hermano Juan David, mi prima Cristina Salazar, mis padres y algunos colegas y fieles amigos como el doctor Rodrigo Restrepo González y Alma Alexandra Hoge, quienes me animaron a seguir escribiendo. La Dra. María Patricia Arbeláez, Ph.D., tutora y gran maestra de la epidemiología me motivó a publicar mis escritos y, así lo hizo también, otro grupo de notables miembros de la
Academia de
Medicina de Medellín. Después de esas palabras de aliento ya no había marcha atrás.

    Miguel Ángel Ríos, un gran profesor de literatura, contribuyó en forma disciplinada y decidida a mejorar mi estilo de redacción y me recomendó a una ilustradora muy cercana a él para que algunos capítulos tuvieran una magia especial. La Maestra Natalia Rivillas, una acuarelista más que talentosa y sensible a la realidad social, cumplió a cabalidad con este cometido. Fue un verdadero honor que la revisión final del texto la realizó el Presidente de la Academia de Medicina de Medellín, doctor Mario Melguizo Bermúdez.

    Muchas otras personas fueron apareciendo a lo largo del tiempo, me dieron sus aportes y me motivaron sin descanso. Paola Andrea Valencia fue la más entusiasta. Me brindó su afecto, comprensión y energía para que, a pesar de los momentos difíciles de esta pandemia, como la muerte de mi querido tío Francisco Javier a causa de la Covid-19, yo siguiera al frente de la escritura del libro.

    Mis sobrinos Valeria, Jerónimo y Lucas son el motor en mi vida y junto a los niños de las comunidades que visito me llenaron de alegría y optimismo con sus ocurrencias y risas. у

    Las familias campesinas antioqueñas de los municipios de Ituango, Yolombó, Maceo y Necoclí son la fuente de mi vocación profesional y, sin у duda, los verdaderos protagonistas de estos relatos. A ellos y, en especial a Soledad Franco y sus hijos, a Claudia Rosa Espinal y sus hijas, a doña Ermilda y a don Víctor Meneses (q.e.p.d.) les debo en gran medida mi amor por la vida y por el trabajo en zonas rurales apartadas.

    Debo agradecer muy especialmente a todos los socios, colaboradores y amigos de la empresa Innahealth, quienes han visto crecer nuestro proyecto y me impulsaron a difundir nuestras ideas de innovación en salud. Un gran acierto tenerlos a mi lado.

    Y, finalmente, agradezco a todos mis maestros y alumnos, pues son ellos mi faro y mi refugio académico.

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